Josune sin límites
El 5 de julio de 1992 se celebraba en la plaza de Bergara una nueva edición del Campeonato de Euskadi. Entre los hombres volvía a reproducirse la pugna entre Patxi Arozena y el vizcaíno Gotzon Gardeazabal. Hasta este punto todo respondía al guión previsto; pero entre las chicas aparecía en lo alto del podio una mujer joven llamada a convertirse en los años siguientes en una primera figura mundial de la escalada. Se llamaba Josune Bereziartu, era de Lazkao, y ese mismo año había superado su primer 7c en las paredes de Araotz.
La escalada femenina estaba en periodo de ebullición, tras la primera ascensión en libre de El Capitán, protagonizada el 14 de septiembre de 1993 por la americana Lynn Hill. Para sorpresa del iconoclasta Camp-4 de Yosemite, una mujer había triunfado donde muchos recios escaladores habían fracasado en sus intentos.
La americana Hill era una de las mujeres que venía coqueteando desde hacía tiempo con el octavo grado. No era la única: Iovane, Destivelle, Patissier, Erbesfield estaban dejando en evidencia a un maestro como Tribout, que había predicho que ese nivel sería siempre privativo de los hombres.
En 1994, a esta elite se unía también Josune Bereziartu. Lo hacía con Hiena, un 8a de Ricardo Otegi, en los lienzos de Araotz, la escuela que sería la tierra prometida de la guipuzcoana a lo largo de su carrera deportiva. Al año siguiente logró, también en Araotz, Acción Mutante, que se implantaba como el primer 8a+ del estado conquistado por una mujer. Era el comienzo del dominio casi absoluto que Josune ejercería durante los años siguientes en la escalada femenina.
En 1996 la guipucoana se anotó un 8b+ con Fetuccini, en el Convento alavés, grado máximo hasta entonces alcanzado tan sólo por otras tres escaladoras en el mundo. Y, como si mantuviese una cadencia prefijada de avances en los años pares, el 21 de mayo de 1998 ascendía Honky Tonky, el 8c de Araotz, que le situaba en la primacía planetaria. Ninguna otra mujer había escalado nunca semejante grado. Dentro de ese mismo ciclo bianual, en el 2000 le tocó subir otro peldaño y, ya como reina solitaria y global de la escalada femenina de dificultad, resolvió un 8c+ en Honky Mix, también en su predilecto sector Korea de Araotz. Tras cada uno de estos avances, simbolizado en una simple escala alfanumérica, que la mayor parte de la sociedad ni siquiera sabía interpretar, se escondían cientos de horas de entrenamiento solitario de la guipuzcoana en paneles y rocódromos, lejos de los focos y de los titulares de los medios de comunicación.
En 1999, Josune se clasificó octava en el Campeonato del Mundo y ganó la prueba de la Copa del Mundo de Bloque en Benasque. Y en ese momento de plenitud la escaladora vasca tomó una decisión trascendente en su vida deportiva: abandonaba los terrenos competitivos para centrarse de forma exclusiva en alcanzar el primer 9a femenino. De lo que había dicho Tribout ya no se acordaba nadie.
El espacio de dominio que Josune dejó tras su alejamiento de las competiciones estatales lo ocuparía otra escaladora vasca. La azpeitiarra Leire Agirre, que en 1999 había anotado en su tarjeta el noveno 8b+ del mundo en Simonides, empezó a acaparar los podios vascos y estatales. Sus actuaciones relevantes se extendieron a las lizas de rango internacional, clasificándose octava en una de las pruebas de la Copa del Mundo de 1999 y quedando ganadora del primer Master Internacional de Bloque, celebrado en 2001 en Daroca.
Entre tanto, Josune se acercaba paso a paso al objetivo que se había propuesto. En 2001 se hacía con Noia, un prestigioso 8c+ italiano y superaba a vista un 8a+/b en Naska, de Apellaniz.
Había llegado el momento. En el otoño de 2002 la guipuzcoana se encontraba en Saint Loup, una escuela suiza que guardaba como gran tesoro de sus paredes la vía Bain de sang. Era 9a trazados diez años antes por Fred Nicole, del que se decía era “liso como el cristal y sus agarres del tamaño de las alas de una mosca”.
El martes 29 de octubre de 2002 amaneció con tiempo agradable para escalar. Habían pasado ya varios días de la segunda estancia de Josune Bereziartu y Ricardo Otegi al pie de aquel muro obsesivo. El otoño dorado de los bosques suizos abría una ventana de luz tras una sucesión de jornadas lluviosas que hicieron tambalear el ánimo de la guipuzcoana. La jornada anterior había sido decepcionante; un lunes negro en el que ningún intento le salió bien. Esta noche se fue a dormir con el ánimo lleno de inseguridades. Pensamientos negativos como “Nunca, jamás, ni por asomo, ninguna posibilidad de escalar Bain de sang....” martilleaban su cabeza.
El sol del nuevo día pareció transformar su ánimo. “Calenté como siempre en aquellas rutas verticales. Hoy me parecían más fáciles que en ocasiones anteriores ”. Con ese indefinible convencimiento interior, Josune se plantó al pie de Bain de sang. Tenía testigos de lujo: los italianos Christian Brenna y Alesandro Lamberti, que estaban también intentando encadenar la vía, y con ellos los hermanos Nicole y David Hole, tres de los cuatro dominadores hasta entonces de aquel baño de técnica y potencia verticales.
“Con cierto desparpajo, pero bastante concentrada, fui subiendo y alejándome de la parte baja. El reposo, la guillotina, la banana, los monodedos, el último chapaje...”. Le restaba el último paso; en el que había caído en los ensayos precedentes. “Había llegado al bloque final y todo iba muy fluido. Estaba entendiendo aquello que hacía dos días no conseguí saber qué era: me faltaba sacar de dentro de mí esa fuerza que te da el hecho de lograr lo que has perseguido tanto tiempo y no sabes cómo canalizarlo. Siempre es un misterio saber por qué algunas veces resuelves una secuencia complicada y qué energías has movilizado en ti para que esa situación se realice”.
En ese momento debió de producirse una alineación de planetas y hasta la gravedad quizás tirara menos hacia abajo. Josune encaró el trance. Avanzó con armonía. Todavía tenía fuerzas. Un impulso más y su mano alcanzó a chapar la cadena ante el asombro de sus espectadores. Acababan de ser testigos de un hecho trascendental en la historia de la escalada deportiva: por primera vez una mujer había encadenado un noveno grado.
Los medios de comunicación vascos respondieron con una amplitud de tratamiento sin precedentes para un evento de escalada deportiva. “El gran baño de Josune Bereziartu”, titulaba la Gara su doble página, en tanto que El Diario Vasco proclamaba: “Josune, la mejor escaladora deportiva del mundo”. La revista Desnivel le dedicaba un reportaje de trece páginas y su nombre pasó a ser portada en la revista americana Climbing.
Los reconocimientos oficiales por sus logros le llovieron desde todas las instancias. Recibió la medalla de plata al Mérito Deportivo del Consejo Superior de Deportes, el premio Sabino Arana y la revista americana Climbing le distinguió con el premio Golden Piton Award a la mejor actividad del año. El Gobierno Vasco, la Federación Vasca de Montaña y los periodistas le designaron como la mejor deportista de 2002.
Josune no se detuvo a relamerse en los éxitos conseguidos. Apoyada en todo momento por otro escalador excepcional, su compañero Rikar Otegi, continuó una progresión basada en una dedicación plena y diaria a su preparación. El resultado fue la superación el 9 de mayo de 2005 de la vía Bimbaluna, del primer 9a/a+ femenino del mundo en las verticales suizas de Saint Loup, en las mismas que había suscrito dos años antes su histórico Bain de sang.
No había transcurrido todavía un año de este éxito, el 4 de abril de 2006, cuando Josune daba otro campanazo de resonancia internacional: en la escuela de Montsant (Tarragona) miraba, escalaba y vencía a vista Hidrophobia, que se convertía en el primer 8b+ a vista del mundo femenino.
Nuevamente, los reconocimientos internacionales se focalizaron hacia la escaladora guipuzcoana. Y en septiembre de ese año le era concedido el premio Rock Master Legend, uno de los máximos reconocimientos mundiales en el terreno de la escalada deportiva. El jurado razonó su decisión argumentando que el galardón le era concedido “además de por su impresionante carrera deportiva, por su calidad humana y por el carisma que desprende dentro de la escalada y la montaña”.
Sin embargo, su mayor éxito no estaba ni en los títulos honoríficos ni en la acumulación de rutas de alto nivel, sino en haber logrado que una disciplina marginal e iconoclasta como la escalada deportiva se convirtiera a través de una mujer en una disciplina con proyección popular.
Fotografías: Archivo Josune Bereziartu, Rikar Otegi
Autor: Antxon Iturriza «Historia testimonial del Montañismo Vasco» Publicado por Pyrenaica
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